Juanita La Robatera

Mosa
Cuerpo

Jeta book dedicado a una mujer que jugó con los sentimientos radiofónicos de todos los que oficiamos en la catedral de la cábula: acólitos, mayordomos, capellanes, párrocos y demás público conocedor de la chanza y la carcajada.

Entraba el nuevo siglo a éste planeta llamado tierra; los mexicanos celebrábamos con profunda alegría e incertidumbre  el gobierno del cambio; todos se preguntaban del problema informático el Y2K y hasta por ahí decían  que  se cumplirían las profecías  del fin del mundo.

Lo cierto que ya pasaron 17 años y afortunadamente seguimos vivitos y coleando,  desgastándonos como cera de velorio, hasta  quedar reducidos a un mísero pabilo bien quemado y nos apaguen la luz.  

Mientras tanto en la liga de la justicia,  el héroe de las bromas se enfundaba en su traje de oso para salir a combatir la monotonía y la amargura.  Todos los adelantos tecnológicos estaban dispuestos para hacer reír hasta el más bilioso, bueno,  ese sería el objetivo de esa noche de bromas.

La broma número uno llegó para abrir el telón y  provocó risa discreta sin llegar al paroxismo (grado mayor de exaltación de un sentimiento u emoción) ¡Quihubule con el lenguaje choncho!

La siguiente llamada telefónica correspondió a una mujer de mediana edad con un tono de preocupación y pesar por lo que vivía; contó su vida, una historia triste  y frecuente en las mujeres que llegan del pueblo para emplearse en el trabajo doméstico y ganarse el pan que no pudo llevar a la  mesa en su lugar de origen.

Habría que añadir el encuentro que tuvo con cupido, no sé si en la alameda o por Chapultepec; el asunto que llegó un casanova y la engatusó, hasta llevarla a conocer las mieles del amor y cambiarle su plan de vida. Desde ese momento ella tendría que atender a su hombre, cuidar ese cuarto de cuatro por cuatro; guardar los tres vestidos en el desvencijado ropero que les regaló la suegra y esperar los domingos para salir a caminar con su hombre por ahí.

Las golpizas mejor nos las ahorramos en relatarlas; el mal trato estaba integrado en el paquete nupcial y las tardes de embriaguez ni las mencionamos a detalle,  cosa frecuente en ese hogar fundado por el amor a primera vista.

Llegó el día que tuvo que armarse de valor… ésta mujer se llamaba no sé, el nombre  no lo recuerdo, pero vamos a reconocerla como Juanita.

Juanita huyo lejos un domingo por la noche su marido ya contaba con cuatro caguamas en la caja de las tripas, más una cajetilla de delicados y todo esto mezclado con la música pulquerona, dio como resultado un hombre fulminado que resoplaba boca arriba y los bigotes ralos se movían con el aire avinagrado de sus entrañas; todo esto era seña que estaba en calidad de muerto de Tula.

Juanita recogió solo un par de zapatos que él le había comprado allá por el rumbo de la Villita, bien ganados los tenía; un sweater y  pocas cosas de aliñarse cara y cabello; escapó hasta poner la tierra de tres delegaciones de por medio; se desapareció de ese cuarto de láminas con pintura escandalosa.

Cuando habló a la radio, ya se encontraba en su nueva labor infeliz pero libre; infeliz por el trato recibido por los patrones; el hambre que pasaba y el siempre deseo de ganar un poco más de dinero para enviar a su mamacita, que se quedó con el pendiente de su muchacha; para esto se contaban en el calendario casi seis meses, tiempo  en que no se sabía nada de ella en su tierra.

Habló a la noche de bromas; directamente  al panda show   a la catedral de la cábula en México no para hacer una broma, ni dar su número telefónico al aire para conseguir su vaquero azul ¡no! Juanita se comunicó para solicitar apoyo y conseguir empleo mejor remunerado y con  trato digno por parte de los jefazos.

La historia estaba al aire y los panda amigos comenzaron la danza de la solidaridad, la llamada  fue clasificada como la mejor en su género  por el equipo de expertos egresados de la universidad de la vida. No tardó en llegar la llamada de un ángel: la Sra. Pomadosa de una colonia ricarda del defectuoso, le ofreció a Juanita: trabajo, alojamiento, buen sueldo y al paso del tiempo le ayudaría a reencontrarse con los estudios, simplemente ¡m a r a v i l l o s o !

El jefazo osezno de la película gacha,  hizo todos los trámites para que se conocieran empleada y empleadora;  ella se mudó a su nuevo trabajo y la vida siguió como siguen las cosas normales que llenan los días. Hasta que en la radio apareció una nueva noche de bromas, el teléfono sonó en la catedral de la cábula y cual sería nuestra sorpresa. Juanita ya no trabajaba en ese lugar se marchó durante la ausencia de sus patrones, se fue por la puerta de atrás ¡Juana no está, Juana se fue!

Lo malo, lo feo y lo inolvidable es que se llevó algunas cosillas de la casa, para conservarlas como recuerdos de su estancia en la capital y se llevó consigo nuestros escasos sentimientos de bondad.              

 

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