Un locutor y Un Cuerpo Inerte.

Mosa
Cuerpo

 

Como todos los viernes ya se le quemaban las habas por regresar a su querida tierra, en donde le esperaba el amor de la novia fiel;  mujer sencilla, pura y casta todavía hija de familia. El destino los reunió, uno trabajando en la radiodifusora de la ciudad de México y  su  media mitad  -que en pocas ocasiones había abandonado el pueblo- se encontró con este habilidoso verbal, la cautivo con las palabras que nacían de su pecho de gorrión.

 Casi las doce de la media noche, la última canción sonaba en la frecuencia y el gritón del micrófono se despedía para dar paso al himno nacional. De pie y como besando a fuerza el micrófono pronunció las palabras de su liberación: hasta el lunes mis amigos, sabadadadadadada y tan tan. Corriendo dejó la cabina, atravesó el patio hasta el portón donde lo aguardaba un amigo taxista, él  que siempre le daba servicio por tratarse del muchacho chicho de la película gacha.

A esas horas las hileras de autos sobre la avenida  habían desaparecido, creo que todos se fueron a dormir para que nuestro loco casanova de la vieja guardia, devorara los cientos de  kilómetros que tenía que recorrer para llegar a los brazos, hombros y demás piezas de ese guacalón humano. En la central camionera ya lo esperaban en la legendaria línea de transportes ADO, llegó saludando al personal que resguardaba a la unidad dina avante con motores encendidos: buenas noches señores vamonoooossss a ver a mi amoooorrrrr!!  

Apenas y abordó el autobús con rumbo Veracruzano, recargo su pesada cabezota llena de chinos en el mullido asiento,  se abandonó en los brazos de morfeo un tanto para apagar su desesperación por llegar a casa de la novia y probar las mieles del amor; después de 15 días de permanecer alejado de las tentaciones carnales que asoman en la capital, él deseaba estar con su novia y recibir los primeros rayos del sol abrazadito de cucharita después de una buena faena.

En casa de la princesa cuasi  veracruzana, la familia enterada del noviazgo, se desvelaba para preparar el sorpresivo recibimiento para el novio, que  veloz  llegaba desde la capital  con pretensiones de pasar una madrugada bien calentito. Las dos de la mañana dieron en aquella obscura localidad poblanover  justo comenzaron los sonidos acostumbrados de la reja, chapa y puerta de la casa; ahí estaba el desesperado locutor que llegaba a casa de la princesa, todo en supuesto silencio. Cruzó el patio del interior de la casona y se apostó frente a la puerta de la recámara de la mujer, volteo para el pasillo y todo sereno, giró la manivela y la oscuridad del cuarto lo recibió.

Debo contarles que mi amigo no acostumbraba usar calzoncillos, decía que por higiene, directamente se fue a la cama aflojando el cinturón y a su paso dejaba los despojos de su vestimenta; subió a la cama por la piecera su amada estaba inerte de sueño; se le acomodó por la espalda y comenzó a provocar calorcito de pareja, esa temperatura templada que se provoca con el tufo haciendo en nuca y oído: oh oh oh oh oh.

El cuerpo sin ropa de nuestro locutor se restregaba en el de la compañera sin ninguna respuesta, inclusive –cuenta mi amigo-  que acarició la cintura, los hombros y parte de la pierna,  y solo consiguió  movimientos torpes sin ninguna intención hacia el visitante nocturno, situación que le extraño. Sin embargo el no ceso en el intento de remover las bajas pasiones de su pareja.  Mientras esto sucedía, de la cocina llegaron risotadas entrecortadas; risas burlonas  que trataban de controlar sin éxito; carcajadas de  familiares de la fémina que supuestamente dormía en sus aposentos. 

Estas  risas burlonas que le llegaron a los oídos a nuestro Romeo nocturno, hicieron que detuviera su tarea pasional y comenzara a atar cabos: no se mueve, no habla y el cuerpo está muy tieso.  ¡Le llegó la luz a su cerebro!  y delicadamente  bajó de la cama, recogió su ropa y se marchó a otra habitación para cambiarse. Su cara se encendía de vergüenza y dejaba escapar risitas nerviosas.

Sucedió que la familia le jugó una broma, se pusieron de acuerdo para meter en la cama de la hija,  a un familiar que padecía de apoplejía, especie de parálisis muscular múltiple y con problemas en el habla y el buen Fede sin pensar,  llegó directamente a derramar su amor pasional en las espaldas de éste ser humano que lo único que pedía era compasión para que no ser atravesado por tan filoso puñal.   

     

     

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