Escape Room: Sin salida

Claqueta palomera
Cuerpo

Escape Room: Sin salida  experiencias vividas y tangibles, y pone el dedo sobre la ironía desprendida de unir lo lúdico de un juego con un escenario terrorífico y adrenalínico, y lo hace medianamente bien.

Escape Room cristaliza el juego del gato y del ratón. Crea una persecución confinada donde el persecutor no muestra su forma humana. Más bien, su maldad se expande mediante hábiles y tétricos artificios, con los cuales encierra a un grupo de personajes (Taylor Russell, Logan Miller, Jay Ellis y Deborah Ann Woll, entre otros) en un cuarto para, teóricamente, resolver enigmas, juntar pistas y escapar al siguiente cuarto.

El problema para estos chicos y chicas es que el sádico demiurgo crea una misión laberíntica de pruebas que comprometen la vida, al punto de que los personajes van cayendo como fichas de ajedrez. No, no es un spoiler, la primera escena nos muestra casi el final de la partida, así que desde el principio sabemos quién sobrevive y quién no.

Tristemente, el interés sobre cómo se desenvuelven los hechos se diluye poco a poco. El guion de Bragi Schut y Maria Melnik se agota en medio de tanto giro de tuerca y debido a su obsesión de sorprender con cada muerte e incorporar flashbacks emocionales de los protagonistas. Estas introspecciones  lucen forzadas a primera vista, aunque más tarde se justifican en la historia.

La película se mantiene bastante fiel a esta tendencia del género de castigar a quien comete actos amorales. Sin embargo, lo que sí trata de hacer es combatir los estereotipos, como el de la chica en desgracia, al presentar dos personajes femeninos decididos.

Donde Escape Room: sin salida igualmente destaca es en el creativo y mortífero diseño de los cuartos, su meticulosa confección y aprovechamiento. Pero también porque critica el placer en torno a la tortura, la muerte y sufrimiento del otro, como ocurría en el Coliseo romano con los gladiadores o mediante experimentos genocidas.