Cuando a altas horas de la noche circulo por la avenida reforma en el tramo comprendido entre el museo de arte moderno y  el símbolo del derroche: la llamada estela de luz;  metros antes de llegar a la semi-curva donde perdieran la vida cuatro jóvenes con tantos planes y rumbos por tomar; con hambre de triunfar y tal vez, establecer una familia como de siempre se los dijeran en casa. Poco a poco fueron asimilando los años de escuela, las tareas aprendidas los libros repasados y las boletas aprobadas, ya habían llegado a cumplir algunas metas y esa madrugada toda quedó en negro.

Quien recuerda en ésta ciudad lo que ahí pasó, un apedazo de metal incrustado en el tronco y  unos armatostes de color naranja abanderan el lugar para que otro no siga la ruta mortal ¡acaso habrá otro! ¡será que  alcohol, autos con máquinas endemoniadas y un ego sobre todas las cosas, provocan que el pie se hunda en el acelerador hasta perder la realidad¡  hasta olvidarse de  la vid en vida y dejarla amarrada  a un poste.

La soledad de la avenida reforma y su inquietante soledad fue el marco para ver aparecer un auto blanco que poco a poco a gran velocidad  devoraba el asfalto. Dicen que la máquina alcanzó los 200 km por hora, el viento se partía al encuentro con el emblema BMW,  imaginé sus risas o las canciones entonadas en el transcurso; ¿qué platicarían minutos antes de la tragedia? Creo que  todo era alegría.  los planes del día siguiente para ir a almorzar a algún lugar conocido…posiblemente.  Se me revuelve el pensamiento en pensar que hubieran existido más días en sus vidas y que solo el tiempo impactaría en sus humanidades para cerrar el ciclo.

No los conocí, igual que ustedes  solo tuve la información de aquella mañana del sábado 1 de abril del 2017;  el corazón me hizo recordarlos y detenerme a pensar que en esta ciudad todo pasa y no pasa nada, nadie está exento de responsabilidad.   Carlos, Karla, Claudia y  Luis Fernando desaparecieron en el umbral del más allá.