¡Ahí Viene Baldor!
La época preparatoriana está llena de recuerdos de todos sabores y colores: la primera vez de muchas vivencias: cigarro, bebida, amor; trasladarse solo a la escuela; el noviazgo en serio y hasta la primera preocupación por la tardanza de la llegada de Andrés.
En aquel tiempo, muy pocos libros se recuerdan con tanto pavor como el correspondiente a la clase de matemáticas, el primer anuncio que llegaba a nuestros oídos, lo hacia el maestro en segundo semestre cuando daban inicio las lecciones de algebra. Desde su escritorio alzaba el libro para mostrar su poder y aterrorizar a los que acarreábamos problemas en la ciencia lógica de Pitágoras.
Todo el salón se llenaba de las palabras del mayro: Les voy a dejar 30 ecuaciones para resolver de tarea, algún compañero que se ofrezca para sacar copias de éste libro que llevaremos a lo largo de toda la preparatoria; aquí está la base del curso. Quien no aprende algebra, no aprobará los siguientes años. El libro lleva por nombre: Algebra de Baldor
Lo primero que se observaba en la portada un flaco barbado con turbante, estilo Osama bin Laden, de fondo una ciudad con arquitectura del medio oriente, ahora sé que se trataba de Bagdad y el hombre del turbante un matemático, astrónomo persa musulman Al-Juarismi; sin embargo todos identificamos el libro por el apellido del matemático cubano Baldor: algebra de Baldor.
Resulta que la imagen de la portada del libro cambió, esa imagen del hombre seco de personalidad fría y calculadora ya no estará más en las retinas de los estudiantes preparatorianos; ahora se divisa la de un hombre apapachon con turbante y hasta con un aire de burócrata de viaje por Bagdad.