Y sin embargo se mueve

David
Cuerpo

Después del castigo sufrido en el centro del país por parte de la naturaleza, aprendimos una valiosa lección que sembró semillas de colectividad que germinaron en enormes muestras de solidaridad provenientes de todos los flancos posibles. El fútbol no fue la excepción y las instituciones protagonistas de nuestro balompié mostraron reciprocidad con el público fiel que asiste a los recintos donde se celebran los cotejos cada semana.

Las rivalidades deportivas no tuvieron cabida para fusionarse en una sola camiseta: ayudar a los afectados por el sismo. Cada uno de los equipos de la primera división -y otros más de la liga de Ascenso- se organizaron para apoyar de distintas formas a los damnificados, incluso en zonas del país donde ni siquiera vivieron en carne propia los movimientos devastadores y prolongados de desesperación.

 Mientras en las noticias todo se centralizaba en mostrar los lugares donde la tragedia se agudizó, pendientes para anunciar el número de rescates de personas con vida y de cuerpos atrapados bajo los escombros del siniestro, la Liga Mx hacía oficial la modificación al calendario de las jornadas del torneo y se pactó que tan sólo a una semana después de la tragedia, el fútbol se reanudaría. La resolución causó molestias en un sector de la población al señalar la falta de sensibilidad de los dirigentes del fútbol mexicano, pues consideraban que al poner de nuevo en marcha los juegos, se desviaría la atención y quitaría protagonismo a las labores de rescate que todavía no culminaban en ciertas zonas donde se presumía que había víctimas no liberadas debajo de cemento y varillas.

El fenómeno del balompié en México es complejo de explicar porque desde hace décadas pasó de ser un deporte inanimado a un ente inyectado de vida con cuerpo esférico y alma pasional diferenciada por colores y escudos que gestaron historias que se escribieron en las mentes y los corazones de los aficionados que fusionaron las camisetas con su piel. Un fenómeno lleno de fe –desde mi punto de vista- tan grande como la devoción por la misma Virgen de Guadalupe. Es por eso que quizá tampoco la población se volcó a querer linchar y quemar en leña verde a Decio y su pandilla o señalar la decisión como en tiempos del Santo Oficio, en una herejía.

El argumento que exponían como escudo fue que querían dar alegría a la gente en medio de la tragedia que nos embargaba y que sirviera como un distractor que alejara imágenes de catástrofe que pudiera rememorar en las personas que perdieron sus casas o a sus familiares, hundirse en la tristeza y la desdicha. Pues de ninguna manera los trabajos de apoyo y rescate se interrumpirían por culpa del deporte más popular en nuestro país.

Así que a marchas forzadas y con una reorganización muy apretada entre juegos de Copa, Liga y Fecha FIFA, el fútbol nos mostró que la vida sigue y que, al igual que en el terreno de juego, el 19 de septiembre –ante los ojos del mundo- nuestro equipo pudo haber sufrido una pequeña derrota pero aquél día fuimos capaces de levantar algo más importante que un simple trofeo: una nación entera.