Mi Villano favorito

David
Cuerpo

La responsabilidad de seguir cumpliendo con mi palabra me llevó a cruzar casi toda la ciudad para viajar a los aposentos de Deevine. De ahí partimos hacia el centro de Tlalnepantla con el objetivo de encajarle el diente a suaves trozos de arrachera, que según mi buen amigo, estaban de rechupete y dejaría el plato limpio de tan suculento manjar.

Pues ahí vamos recorriendo el Establo de México en un Uber hasta llegar a la calle de Vallarta número 64  -en el municipio anteriormente citado- y una vez que llegamos a nuestro destino lo primero que llamó la atención fue una fachada rústica en la que no existe una división visible entre el límite del establecimiento y la acera. Bancas incómodas porque no tienen respaldo y después de algún tiempo las molestias en la espalda se hacen presentes, aunque el mejor sedante es la combinación de carne, tortillas, salsas y agua de fruta.

Pareciera que Deevine escoge los lugares para comer con cierto aspecto provinciano porque “El Villano Sonorense” es como un establo (en su estructura) y muy al estilo ranchero que contrastaba con la música que sonaba: una selección de rock en español de los ochenta y algo más reciente con un notorio gusto por Enrique Bunbury, el cual –y a título personal- siempre me ha parecido tan sobrevalorado, de lo más aburrido y sin chiste. Afortunadamente con la plática que manteníamos resultó fácil ignorar dichas pistas.

Antes de que nos llevaran los tacos de arrachera pedimos unos frijoles, los cuales te sirven con chicharrón y una tortilla tostada. Ya como a medio plato nos arribó a la mesa la estrella de la tarde: trozos de arrachera con porciones decentes, eso sí, es recomendable que pidan orden de tortillas porque en un solo taco no caben más de dos pedazos. Una vez que la distribuyes, tienes que levantarte a preparar tus tacos con una buena variedad de salsas y otros complementos como cebollas de cambray o pico de gallo. Ya que has bañado la carne con limón y salsa, la mordida es inevitable y la suavidad de los cachos son una caricia al paladar, masticada tras masticada el jugo de la carne inunda la cavidad bucal y el sabor se transporta a cada rincón provocando que cierres los ojos de la satisfacción.

Para que el bolo alimenticio pudiera tener la suavidad requerida y la digestión se llevara a cabo de manera satisfactoria, lo remojé bebiendo el agua de sirven en recipientes de cristal que parecen más un pequeño florero que un vaso. Entonces la mezcla de frutas hace trabajar a tu cerebro, el cual se desconcierta al percibir muchos elementos: pepino, tuna y hierbabuena. Una delicia natural bien equilibrada y armónica.

Para rematar pedí un taco campechano pero no era competencia para el de arrachera. Deevine, en cambio, pidió una quesadilla y supongo que con eso quedó satisfecho pues no hizo siquiera por ver nuevamente la carta para ordenar algo más. Pedimos la cuenta y también el Uber para regresar a su cuchitril pero eso sí, literalmente, con un buen sabor de boca. Pues aunque no soy fanático de películas infantiles tengo que decirles que conocí a mi Villano favorito.